jueves, 28 de enero de 2016

Última carta a Leni

Querido Leni:

Esta es la última carta que te escribo, es la última vez que pierdo mi tiempo. Hoy no tengo palabras bonitas para ti, pero tampoco tengo palabras de tristeza para mí, y todo eso te lo debo a ti.

Me has acusado de hacerte daño, pero no soy la única. Tú también me has hecho daño a mí y es precisamente ese daño que me has hecho lo que ahora me hace decir adiós y esperar no volver a verte. No siento odio por ti, tampoco amor. Siento un cariño indiferente.

Me he asomado con miedo a mi muro y cuando he mirado fuera me he dado cuenta de que, aunque hay cosas que pueden doler, no estás tú. Y eso me alivia. Siento alivio de que tú no estés porque últimamente solo sabías hacerme daño a mi y a quién más me importa. Y tú ni te dabas cuenta de hasta que punto sufríamos.

He pensado en nosotros Leni, he pensado mucho en eso. Lo he pasado mal y probablemente lo seguiré pasando mal un tiempo, pero lo voy a superar. Voy a mirar adelante, ya no tengo miedo. La simple idea de que tú no puedas volver a hacerme llorar me alivia. Ahora si lloro será por mí, porque necesito sacar cosas fuera, pero no porque nadie me hiera o me haga daño. El tiempo que he decidido tomarme para estar sola me reconforta. Encuentro en mi soledad un refugio y en mis amigos un apoyo que me resulta imprescindible ahora mismo.

Le dejo el amor a los soñadores, porque después de tanto tiempo con alguien quiero pensar en mí, ya que no le he hecho durante muchos años. Ahora me toca pensar en mí, en ti ya lo hice demasiado tiempo y ya te permití demasiado.

Me da igual cuanto te enfaden mis palabras, son lo que yo pienso. Pudiste tener en mí a una buena amiga, pero es que la amistad no entiende de "lo hice para hacerte daño". Mis amigos jamás me haría algo así. Por eso también has perdido quizás mis buenas palabras o esas cosas que yo hacía por ti, por simple cariño de amiga.

Yo quizás te he perdido a ti, pero he ganado muchísimo perdiéndote. Y cuando al perder se gana no se pierde.

Adiós Leni, quizás el tiempo te vuelva a poner en mi camino, quizás no. Simplemente es hora de decirte adiós.

Fdo: Una nueva Frankengirl



martes, 26 de enero de 2016

Lo siento por nada

Lo siento.

Lo siento por haberte querido, por haber encontrado en tus ojos mi paz.
Lo siento por no haber sabido cuidar esa sonrisa que tanto he querido.
Lo siento por todas las veces que hemos discutido y que nos hicieron tanto daño.
Lo siento por todos los momentos  buenos que hemos vivido porque ahora tenemos que olvidarlos. Lo siento por no haber sido la persona adecuada y por no haberte dejado ser mi persona adecuada.
Lo siento por todo aquello que nos causó dolor un día y nos lo causa ahora.
Lo siento por ellos, porque no pasó nada, pero es más fácil que me guardes cierto rencor por ello.
Lo siento porque te quise con todo mi corazón y ahora mi corazón está roto y ya no quiere nada.

Y puedo seguir pidiendo perdón por todas y cada una de las cosas que hemos pasado, pero no voy a seguir haciéndolo porque no me arrepiento de absolutamente nada de lo que he hecho. Me han enseñado que el perdón es la escusa de los débiles  a las tentaciones de la vida. No es cuestión de pedir perdón continuamente, es cuestión de evitar tener que pedir perdón, y es por eso por lo que pocas veces un "perdón" o un "lo siento" salen de mí. Pero cuando salen son las palabras más sinceras que jamás habrás podido oírme decir.

Mi último lo siento es un tanto peculiar. Lo siento por haber sido tan insultantemente directa, tan insultantemente sincera. Últimamente he aprendido que la gente es realmente feliz cuando le mienten, y eso me entristece porque no hay nada más triste que vivir en una mentira. Sólo un tonto querría ser feliz en una mentira.

Sé que quizás crees que he actuado mal, pero cada cosa que he hecho tenía un porqué y algún día te despertaras y lo entenderás todo. Por ahora solo me queda dejarte ese lo siento por tantas cosas y a la vez por ninguna, porque jamás me voy a arrepentir de nada que haya vivido.

domingo, 24 de enero de 2016

Carta 3 a Leni


Querido Leni:

Sé que estás bien. Lo sé porque tú me lo has dicho y eso me hace sentir bien.

Jugando al juego del quizás me he hecho mucho daño y ya no quiero jugar más. Perdí todas y cada una de las batallas que he empezado y ya no quiero luchar más por nadie, ni con nadie. Siento que las promesas han perdido su valor; pero lo peor de todo no es eso. Lo peor es que yo he perdido la esperanza. Perdí la esperanza en todo lo que creía, y eso jamás me había pasado.

Siempre he sido una persona soñadora, capaz de creen incluso en la magia si me lo proponía y ahora ya no creo en nada. Y en lo que menos creo es en mi misma. Hace unos días te hable de mi pozo, pero lo que no sabes es que estoy tan cómoda ahí dentro que salir es algo que ni siquiera contemplo.

No creo en el futuro. No vivo mi presente. Mi pasado me atormenta. ¿Qué hago Leni? Sé que me dirás que tu no puedes ayudarme. Es cierto. La solución tengo que buscarla solamente yo, pero si no existe una solución, únicamente me queda sobrevivir. Y te aseguro que entre sobrevivir y vivir hay una gran diferencia, casi tan grande como mi orgullo.

Mi pequeño Leni, espero que sigas estando bien.

Fdo: Lo que queda de una Frankengirl

jueves, 21 de enero de 2016

Carta 2 a Leni

Querido Leni:

Espero que estes bien. Hoy estoy muy cansada y la carta será breve. Tengo la espalda rota y me duele todo, me puede el cansancio y necesito mucho un abrazo que no voy a tener.

Queria decirte que esta semana sin ti ha sido dificil pero mas dificil han sido otras cosas que espero poder decirte pronto.

Hoy es muy breve y se resume con un te he echado de menos

Fdo: Frankengirl

lunes, 18 de enero de 2016

Carta nº1 a Leni


Querido Leni:

Espero de todo corazón que estés bien. Tengo muchas ganas de hablar contigo pero supongo que tengo que conformarme con escribirte un rato.

Hoy me siento en un eterno carnaval. Me he puesto la careta del estoy bien porque estoy un poco cansada de que se compadezcan de mí. Ahora al menos ya apenas lloro, me trago las lágrimas cada día porque no quiero que nadie sepa que lo estoy pasando mal. A veces se me nota que tengo los ojos muy rojos y brillantes, pero nadie sabe lo grande que es el nudo que hay en el pecho para que eso se note así. Es difícil de llevar pero voy avanzando.

He levantado muros a mi alrededor tan altos que no puedo ni subir y asomarme para ver como son las cosas fuera de ellos. Estoy estancada, y asustada. Lo único que me hace sentirme cómoda es meterme en cama y hacerme una bolita. Ahí nada debería hacerme daño, pero entonces mi cabeza, es decir, yo misma me torturo con recuerdos y con cosas que duelen demasiado.

Lo peor de todo esto es que cada día la cosa empeora. Cada día pongo más piedras en los muros para hacerlos más altos y ya empieza a no verse ni siquiera la luz del sol. Mire a donde mire todo está oscuro y tú ya sabes el miedo que me da la oscuridad. Me temo que no volveré a ver sol nunca.

Mi querido Leni, ojalá todo te este yendo muy bien. Te envío mis mejores deseos y espero que está carta no te entristezca cuando la leas. Encuentro en tu felicidad un rinconcito de paz.

Fdo: Frankengirl

domingo, 10 de enero de 2016

Perdices

Cogió suavemente su mano y le acarició la cara. Apoyó suavemente la cabeza de ella sobre su pecho y le acarició el pelo. No podía dejar de mirar sus ojos, echaba de menos aquella mirada que hacía tanto tiempo que no podía ver.
Únicamente ese instante de paz absoluta en el que mirarla y que ella le mirase le hacía sentir tranquilo y seguro. Eran un respiro después de meses de malos momentos y dolor.

Cuando ella se separó de él, todavía la paz y la tranquilidad inundaban su vida, pero ella no iba a volver jamás. Ella buscó en aquel abrazo y en aquella mirada un punto final a un futuro que jamás llegaría. Sintió por última vez su corazón latir, el calor de su piel al acariciarla suavemente, el tacto suave de su pelo y esa mirada, que al igual que la primera vez, la podían llegar a hipnotizar.

Y cumplió su promesa. Siguió su camino, intento con todas sus fuerzas buscar un nuevo futuro incierto, en el que solo quedaría de ellos una bonita amistad. Se querían, pero a veces dos personas que se quieren se hacen más daño que bien al estar juntas. Quedó un recuerdo perfecto de la imperfección, se regalaron una vida nueva.

Él quiso irse. Ella le dejo ir.

¿Alguien sabe dónde quedaron las perdices?

viernes, 8 de enero de 2016

Cuenta pendiente

Hace unos días comparé mi vida con las partidas de un juego de mesa. Y todas las partidas tienen un final.

Hoy siento que la partida que hace tanto tiempo empecé a jugar se ha quedado sin acabar. No pude ganar ni perder. Siento que estoy ahí parada, con el dado en la mano, esperando mi turno. Pero mi turno no va a llegar jamás.

Tuve que tomar una decisión egoísta o una altruista y como siempre, opté por la que no me tenía a mí como primera opción. Yo nunca soy mi primera opción, pero tampoco soy la primera opción de nadie.

Estoy cansada de sufrir, de llorar, de mirar como todo pasa en silencio y sin decir nada. Estoy cansada de pensar antes en las personas que me importan que en mi misma, pero ¿ahora que más da?
Ya no queda nada de mí en mí.

Soy el fantasma de la persona que fui un día, que espera que se acabe una partida que no lo hará jamás. Y esa será siempre mi cuenta pendiente.


miércoles, 6 de enero de 2016

Nightmare


Es en ese preciso instante en el que la vida te golpea y todo cambia,  cuando una simple caricia en la mano puede serlo todo y a la vez nada. Entonces las preguntas abordan tu mente en un torbellino de ideas desordenadas buscando un punto de apoyo que tenga un aire de realidad. Y en una realidad desordenada puede ser una simple caricia en la mano, acompañada de un beso suave en la mejilla el motivo de que inesperadamente te sorprendas sonrojada.


De repente no me apetece vivir en mis sueños, de repente mi pesadilla no es tan mala y en ella hay alguna cosa por la que merece la pena vivirla. Si no fuese porque el desconcierto invade mi mente y me nubla las ideas, todo sería diferente.

Entonces me quedo quieta, parada, expectante... mirando desde fuera el transcurso de mi propia vida esperando algo que me diga que camino seguir y hacia donde caminar, algo que me deje despertar por fin de mi pesadilla y volver a mi sueño en el que siempre fui tan feliz.

Y si no despierto nunca, no seas demasiado cruel Freddy



martes, 5 de enero de 2016

Saraiva


Yo tenía 7 años cuando te fuiste. Estábamos preparando una obra de teatro en la que tú personaje era saraiva y el mío una nube. Faltaba poco para mi cumpleaños, habíamos hablado aquella misma mañana de eso. Y de repente todo cambió.

La mirada triste de mi madre al darme la noticia. Me puse enferma. No pude despedirme de ti cuando pasó todo, pero con el tiempo fui capaz de hacerle frente y unas flores calmaron esa decepción conmigo misma por no haber sido capaz de despedirme.

Yo fui nube, pero sin saraiva y ahora cada vez que caen piedras de granizo de alguna manera te recuerdo a ti. Guardo esa última conversación en mi cabeza como si fuese un tesoro porque eso, un recreo jugando en el patio y tu sonrisa son todo lo que me queda de ti.

Yo tenía 7 años cuando te fuiste, aunque de alguna forma sé que siempre estarás ahí

lunes, 4 de enero de 2016

Hoy


Hoy comparé mi vida a un juego de mesa, fui evaluando cada una de las partidas que llevo jugadas al juego de mi vida e inexplicablemente las conclusiones que volaron por mi cabeza me ayudaron a entenderlo todo mucho mejor.

He ganado muchas partidas, en los juegos ganados fui tan feliz y pude sentir una paz tan grande que al recordarlos todavía lo siento. Gané recuerdos, amigos.... Son pues, las risas de las personas que me importan las que todavía guardo en mi mente como los mejores momentos de mi vida. Mimo tanto esos recuerdos que vagan por mi mente entre algodón para poder así retener esos instantes para siempre.

He perdido muchas partidas. Con cada una de ellas aprendí. Aprendí que la vida no es fácil, aprendí que querer duele, aprendí que hay personas que simplemente duelen, aprendí a conocerme a mí misma, pero sobretodo aprendí a aprender de cada derrota y me sorprendí ganando amigos, ganando risas y ganando nuevos recuerdos que atesorar.

Puedo decir que en el juego de mi vida, siempre que tiro los dados y muevo ficha acabo llegando a lugares tan nuevos y tan distintos como únicos.

Y hoy, cogí mis miedos y los metí en un cajón con la prudencia y los prejuicios y comencé a caminar hacia un camino que todavía no sé a dónde me llevará, que tampoco sé que encontraré al llegar al final, pero que de momento sólo me ha hecho reencontrarme y conocer a personas por las que merece la pena seguir caminando.




domingo, 3 de enero de 2016

Knocking


Llegados a este punto solo podemos quedarnos a las puertas del cielo esperando que un día se abran  a nuestros sueños. Seguimos esperando un siempre que pasó a quizás y ahora suena a nunca. Cada noche buscamos en su silencio una palabra, y nos dormimos soñando con aquel no que deseamos que fuese sí pero que jamás será.

Vivimos a los pies de una promesa que nunca podremos cumplir porque el más vale tarde que nunca era mentira y cuando llegas tarde no vuelven nunca por más que la promesa tuviese un tono de sinceridad absoluto. Buscamos cambiar y cambiamos pero no pudimos demostrar la realidad del cambio y ahora no nos quedan más que palabras en condicional que nos atascan las ideas y paralizan nuestra vida.

Nos negamos a querer porque querer duele y cuando nadie nos mira queremos con todo nuestro corazón a nuestro sueño, y por la mañana nos miramos la una a la otra, nos cogemos de la mano y nos decimos “quizás mañana”, regalándonos esperanza.

Ya solo nos queda la esperanza de creer en los sueños, en lo imposible, en los para siempre y en esos finales de cuentos que parecen ser escritos para cualquiera menos para nosotras.

viernes, 1 de enero de 2016

Martina



Cuando su madre se enteró de que venía al mundo sintió la mayor alegría que se puede sentir. Esa alegría que solamente una mujer siente al albergar en su vientre una nueva vida. Y, a pesar de la soledad que conllevaba esa decisión, observó como día a día su vientre crecía y con él la ilusión por conocer a la persona que la tenía en vilo todo el día y que la sorprendía cada vez que se movía en su interior.

El tiempo pasó, y después de un parto largo y muy duro, por fin conoció a Martina. Sus ojos, todavía de un color indefinido estaban llorosos y llevaba un gorro amarillo en la cabecita. Lloraba, parecía un llanto inconsolable y eso angustiaba a su madre; pero en cuanto el médico puso  a Martina sobre el pecho de su madre el llanto cesó. Ella tocó su delicada y suave piel y sintió un amor y un calor tan grandes que supo en aquel instante que no se quería separar de ella jamás. 

Y así fue, no se separaron más. Allá donde iba su madre iba Martina. Aprendieron juntas como ser madre y como ser hija. Estaban tan unidas que el día que la madre de Martina cayó enferma, ella se convirtió en su mejor enfermera. La cuidaba lo mejor que podía aun siendo una pequeña niña y aunque su madre intentaba aparentar estar bien, poco a poco la enfermedad se fue apoderando de ella hasta que un día la enfermedad ganó la partida.

Martina tenía 5 años el día que murió su madre. Su mirada triste y las lágrimas silenciosas que recorrían su cara acompañaron a su madre hasta el lugar donde descansaría por siempre. Su sonrisa se apagó y sus enormes ojos marrones dejaron de brillar. Nadie sabía cómo podía consolarla, pero tampoco nadie sabía que sería de aquella niña que se había quedado sola en el mundo ya que no tenía a nadie más.

A la enorme tristeza por la pérdida de su madre se sumaron una inmensidad de cambios en su vida. Tuvo que dejar su pequeño hogar para compartir habitación con más niños que como ella no tenían a nadie más.

Ya nadie iba a recogerla al colegio con un abrazo y una sonrisa sino que un autobús escolar la dejaba en el centro donde ahora vivía. A pesar de que las cuidadoras eran amables y cariñosas, aquel vacío que quedó en su interior la hizo encerrarse tanto en sí misma que dejó de hablar. Era como un pequeño fantasma, repitiendo cada día sus rutinas pero sin emitir una sola palabra.
Cuando yo conocí a Martina, no quedaba nada de ella. Sus enormes ojos marrones se habían apagado y en sus dibujos se podía apreciar el leve recuerdo de su madre y del amor que siempre le guardaría en su corazón